DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS. EL TEATRO INTERIOR
Egresada
de Magíster en Artes con mención en Dirección Teatral
DETUCH
Universidad
de Chile
Desde un momento en el que teatro ha
tenido que vivir diversos procesos de cambio, con mutaciones considerables, y desde
un lugar donde éste se sitúa actualmente, dando por sentado que ha recorrido ya
todas las zonas geográficas que han nutrido su evolución, vislumbramos en la
actualidad del arte dramático y su dialogo con la cultura, la pérdida considerable
de seguidores, que avasallados con una sociedad moderna dotada de experiencias nuevas
desde el bombardeo mediático y tecnológico, ven cada vez menos atractiva la
experiencia que brinda el teatro desde las ficciones que construye y propone.
Muchos se han preguntado por qué el
teatro no es tan concurrido como el cine, como la música, o, incluso como el
futbol. Sobre esto existen diversas hipótesis, una de ellas, magnifica el rol
del teatro y lo coloca en un sitio elite donde no todos podrían acceder a su
experiencia, porque desde esta consideración, no todos son lo suficientemente
listos y cultos para comprender lo que se hace en la caja negra tras la
presentación de una obra de arte (tal como la renombran). Es por ello, que la
culpa de que el teatro no sea tan acechado, como los sistemas de participación
anteriormente nombrados, recae en (según esta cosmovisión): El analfabetismo de
las personas de nuestra sociedad que al no manejar niveles mentales tan
complejos, no podrían contemplar las posibilidades sacras que brinda el teatro
en esa integración de profundo deleite. También, se refiere a los teatristas
como unos seres incomprendidos y sacrificados que luchan por un mundo mejor,
por transformar la sociedad de idiotas a la que le hacen obras sin obtener
respuestas positivas en cuanto a su aceptación. Salvo algunos individuos
iluminados por la gloria y gracia del Dios Dionisos que ingresan a las salas
para comulgar con las propuestas escénicas de un director.
Todo esto, es lo que muchos allegados
platean sobre la poca acogida que ha tenido el teatro en los últimos tiempos,
pues el teatro está en crisis, dicen los que saben, hace como dos décadas ya. Entonces,
no es que las obras sean malas o poco interesantes, es que los espectadores no
saben de teatro, no es que el teatro no se ciña a los nuevos mecanismos de
comunicación, es que el público cada vez es más banal, y, no es que el problema
sea nuestro, de los que hacemos teatro, sino de la sociedad de mierda en la que
vivimos. Es el discurso milenario, quejumbroso y mamerto que se maneja sobre las
posibles razones del abandono social al arte del vino y el ritual.
Sin embargo, hay personas que pensamos
diferente respecto a las posibles razones por las que el teatro ha perdido vigencia, y éstas tienen que ver con: el
desconocimiento del otro, de los gustos del otro, de lo que le interesa al
otro. Sí, actores, dramaturgos, diseñadores, luminotécnicos y directores, en el
teatro hay un otro. Y ese otro, es propiamente el público, o, el también
llamado espectador, que en forma masiva ha dejado de ir al teatro, entre otras
cosas, por no encontrar algo de sí mismo en él. El teatro ha mutado año tras
año, década tras década, siglo tras siglo, milenio tras milenio y ha
sobrevivido. Sin escenografía, como un Teatro minimalista, sin guiones, como
los happenings y la performance, sin actores, como algunos dispositivos
performativos. Pero en el momento en que el público desaparezca el teatro
también lo hará.
Es por ello, que como amante del teatro
he tenido ciertas divagaciones sobre cómo evitar la posible desventura de
nuestro viejo amigo, y la respuesta que siempre ha venido a mi mente en los
recorridos por el pensamiento, ha sido: Ir a la casa del espectador, verlo
dormir, comer, cagar, bañarse y enfrentar su vida diaria. Psicopatiarlo, saber
qué le gusta, por qué llora, qué lo hace reír, a qué le tiene miedo, qué lo
pone cachondo, por qué se exaltaría. Así, que he decidido estudiar al
espectador.
Lo primero que se me viene a la mente
cuando pienso en el espectador, es en su relación actual con la vida, y la
“vida” misma considerada por él; en este nuevo mundo de virtualidad, de
incomunicación física, de experiencias digitaleletrocmágneticas que poseen a
diario con sus nuevos amigos, como lo son la internet, los dispositivos móviles
y de audio. Las relaciones que establecen con lo privado que ha pasado a ser
público, el afán por vivir la experiencia, por no creer, por buscar una
realidad en cada ficción que se les propone como los video juegos, las idas a
cine, las idas a museos de vinculación tipo Bianal. Hago un pare. Me imagino qué
estarán pensando ustedes mientras leen éste manifiesto: “Ella habla de los
adolescentes imbéciles de esta nueva era. ¡Que no nos confunda! Nosotros no
hacemos parte de esa realidad” y si bien concuerdo en parte con ustedes, pues
como diría Fernando Gonzales (Poeta y filósofo colombiano) “La adolescencia es
la época más detestable del ser humano” Yo, les hablo del público. Sí, del nuevo
público, el que viene a la cola, con el que debemos trabajar próximamente, los
que tienen la potestad para decidir si el teatro sale nuevamente victorioso de
esa batalla contra el tiempo o muere definitivamente. ¿O qué? ¿Acaso no lo
habían considerado? ¿Pretendían hospedar en sus salas solamente ancianos
nostálgicos añorando glorias perdidas?
Vuelvo al tema. En esta época de nuevas
necesidades sociales, físicas y psíquicas hay que girar el cuello, mirar hacia
atrás, ver la historia y la evolución del teatro con el rabo del ojo, entenderlo
y mirar hacia adelante examinando cómo poder vincularlo -sin banalizarlo- actualmente
con este nuevo mundo. Que bien o mal es nuevo para nuestro decrepito amigo.
En este punto me voy a dedicar a hablar de
algunas experiencias sociales que he tenido y que permiten comprende un poco
mejor el presente que nos gobierna. El año pasado en mis vacaciones de verano
en Chile fui a Colombia y observé que habían colocado en un centro comercial
una cabina llamada: “Cine 5D” me llamó la atención que decía: “Vive la
experiencia” y en la imagen promocional se veía gente muy aterrorizada pero
feliz. Pensé en… ¿Qué me podría ofrecer esta experiencia para gastar mis 7000
$? (me dije con mi actitud desdeñosa de teatrera) Así que decidí observar cómo
le iba a la gente que ingresaba. Cuando ingresaban las personas, se escuchaban
gritos adentro muy bien proyectados, y luego salían sonriendo cómplicemente
entre sí, tocándose el corazón, como examinando que aún siguiera funcionando.
No pude contenerme ante tal imagen, así que decidí entrar. Para los que nunca
han ingresado a una de estas cabinas, puedo decirles que es lo más simple que
hay en cuánto a apariencia se refiere, ya que son unos sillones con cinturones
de seguridad y unos brazos con agujeros de agarre que indican que uno se debe
sostener. Al frente de los sillones una pantalla grande, y antes de iniciar
debe uno colocarse los lentes 3D y asegurarse el cinturón. Luego inicia la
experiencia. La persona encargada pregunta qué tipo de escenario quiere uno. Yo
elegí la montaña rusa, una experiencia muy extrema según ella. Cuando inició, yo
estaba un poco escéptica frente a lo que podría sentir, pero a medida que fue
avanzado, misteriosamente me fui animado a entregarme al juego de sentir. Se
veía lo rieles de la montaña, se sentía el aire en la cara mientras el carro se
desbocaba contra el precipicio, se sentía las vibraciones fuertes de los
movimientos del sillón y los sonidos de las ramas en los pies. A mi juicio fue
una experiencia alucinante, puesto que llegué a sentir vértigo, siendo muy
consciente del lugar dónde me encontraba, es decir, la cabina 5D de un centro
comercial en Bogotá Colombia; y aun así me entregué completamente a la
experiencia como un niño se entrega a los juegos provocados por su imaginación.
Se preguntarán ustedes ¿Por qué diablos
cuenta una experiencia tan elemental? Y es aquí donde les contesto: En ese
momento, saliendo de la cabina, sonriendo cómplicemente como las personas
anteriores a mí lo hicieron, supe en qué consiste ese interés por vivir una
ficción. Saber que es una mentira pero vivir de verdad. Y ahí fue donde pensé
en el teatro, en cómo mucha gente dice: “No voy a ver teatro porque no me creo
nada” en cómo no les da la gana dialogar con las ficciones que el teatro les
propone. ¡Entendí! entendí que uno se entrega a una ficción siempre y cuando
esta le genere algo físico, una emoción, una excitación sensorial, un deseo de
hacer parte de eso que es tan llamativo.
Pensé: ¿Por qué no hacer un Teatro 5D? Un
Teatro donde las personas, adquieran un rol, vivan la experiencia, recorran la
dramaturgia y se conviertan en parte de ella. Dilucidé: Un Teatro donde el
espectador sea un actor, o, por qué no, un espect-actor, que la escena se
convierta en un espacio de recorrido, donde a medida que se avance físicamente,
la historia se desarrolle como la montaña rusa del cine 5D. Un juego de
ficciones donde el espectador indague en la mente de los personajes y decida
encarnarlos a partir de la co-creación. Así que, decidí indagar en una investigación
artística basada en la construcción de dispositivos escénicos en forma de
recorridos, donde los espectadores, apoyados en el monologo interior de los
personajes, dialoguen a través de su percepción con la interioridad de los
mismos; logrando que se genere un adentramiento al mundo interno del personaje y
convirtiéndose sin proponérselo en espect-actores de la puesta en escena. El público entonces debería tomar partida de
las acciones de la escena, como en un juego de póker, donde son dos los que
juegan, el que pone la primera carta para que inicie la jugada y el que la
continúa, o en términos más teatrales el director que construye la obra y el
espect-actor que la re-construye.
De esta manera, se construiría una fábula
donde se entrecrucen los monólogos interiores escuchados por los espectadores y
la vivencia física proporcionada por demás actores y situaciones construidas a
partir de la dramaturgia escénica. Lo más importante en esta experimentación,
se encontraría en las dos historias que se deben contar, la que sucede en la
mente del personaje y la que le ocurre al espectador mientras avanza por el
recorrido dramático. En este punto, especifico que el público debe apreciar a
través de todos los recursos técnicos, actorales, simbólicos y dramatúrgicos, los
dos mundos a lo que se enfrenta el personaje, es decir, su mundo interno y la
exteriorización física del mismo, que en perfecta sintonía serán el núcleo de
la situación dramática propuesta por el director.
Hecha esta salvedad, plantearé de igual
forma que se ha de trabajar con el teatro de los sentidos, para lograr
potencializar las percepciones en los espectadores, dejando por sentando que esta
estimulación de las sensaciones, persigue como fin deponer que estos
interactúen con las historias del dispositivo teatral. Por supuesto, lo
importante acá no es el uso de esta peculiar forma de teatro, o sea, el teatro
de los sentidos, pues no se pretende patentar dicha poética, ya que hay muchos
grupos trabajando en ello, sino que se usará como técnica para potencializar el
trabajo con el teatro interior y la vinculación del público como elemento
activo dentro de este.
Para mí, entender el teatro
entonces, es aproximarnos a entender la
mente humana, pues si bien no se está viviendo propiamente la realidad, se está,
en palabras de Artaud, dando una restitución de “todos los conflictos que
duermen en nosotros, con todos sus poderes,(...)”[1]
los cuales, actúan “(…) como símbolos, lanzados unos contra otros en una lucha
imposible; pues solo puede haber teatro a partir del momento en que inicia
realmente lo imposible, y cuando la poesía de la escena alimenta y recalienta
los símbolos realizados”[2]
Tal como lo indica la anterior cita, pretendemos construir situaciones que
naveguen por la interioridad de un personaje, y por la realidad del espectador
desde la vivencia, haciendo una comunión entre el mundo del personaje que
representa una ficción y la realidad del espect-actor.
En síntesis, me interesaría a partir de
este momento, reconocer un tipo de teatro ritual, más próximo al concepto de
hombre, para intentar acercar al espectador a un viaje sensitivo con la interioridad
de sus ficciones que le conceda identificarse, y hallarse en sí mismo, donde se
avive el sentido de lo humano y pueda conmoverse (en todo el sentido de la
palabra) con lo que allí sucede. Desde luego no pretendo hacer un teatro como
reflejo intacto de la realidad, sino como un encuentro del hombre con el mundo
interior de otro ser, uno ficticio que podrá ser encarnado y comprendido bajo
la batuta de un convivio teatral.
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