CHASCARRILLOS INSTITUCIONALES

  Por: María G Pacheco

Después de mofarme (de la forma más placentera posible) de mis acartonadas, ladrilludas, estructuralistas y queridas colegas, mi día hoy  tuvo un norte diferente.

Desaté las neuronas inmóviles por un cinturón de castidad de mis estudiantes de 8B: Les dije que sus cerebros eran más que grabadoras o discos duros revaluados e inservibles en un contexto de guerras de ideas.  Les hice saber que son más de lo que su religión les pinta, más que borreguitos acorralados y asustados en espera de un buen pastor.

Hoy por fin me sentí útil para la sociedad, pues como dice la canción de Trevi: “Me solté el cabello, me vestí de reina, me puse tacones, me pinté y era bella […]” Definitivamente mi acto de revelación me dio fuerzas para terminar el año escolar.

Descubrí, que a pesar de todo tengo una misión en ese antro de pesadillas, la cual puede consistir en:

1. desatar las cadenas que apresan los demonios del cacumen

2. rebobinar  la muerte cerebral que se padecen allí

o

3. simplemente, aventarle la madre a la religión, a la iglesia católica, a las monjas,  o a todo aquello que intenta limpiar una mente de ideas sorprendentes sobre la vida,  la felicidad, el abandono, la nostalgia, el amor, el odio o  EL SEXO.

Hoy si me rio de todo. Me da risa el temor que tiene algunos profesores al dejar que sus estudiantes se expresen a través de la literatura o cualquier manifestación artística, supongo que sentirán temor de aparecer como el personaje con mal aliento de una obra de teatro, o el avaro abandonado al temor de no tener con qué pagar el arriendo, el loco o idiota de un cuento donde la trama termina con desenlace fatal, o, simplemente no le gustaría verse reflejado en una caricatura de un esperpento culibajito, paticortico y nuquigrueso.

Les da miedo dejarlos volar, porque sabe que esa jaula,  que construyeron con son sus brazos y su pedagógica abarrotada de antigüedad y modelos invariables,  quedará vacía, y no habrán más razones para creerse  inteligentes, listos y perspicaces;  con su vocabulario incomprensible, sus teorías memorizadas al pie de la letra y su fantochería sobre la experiencia de la vida; que los visiona como una suerte de semidioses, sentados en su trono de cafeína nicotina y chicle. Ya no podrán seguir vanagloriándose de lo que alguna vez leyeron y que ahora lo toman como  su discurso propio, pues decidieron ser un retazo de citas famosas. 

En verdad, con esto solo pude sacar una vaga conclusión: privar al ser humano de su maldad natural  es una interferencia con la naturaleza del hombre, pues la castración de los deseos, es tan solo la detonación de los mismos.

Estoy de acuerdo con que se debe formar, pero, seres humanos no santos, porque santos hay muchos,  en el cielo, en los altares, en las calles  y en los gobiernos. Y yo realmente no me imagino que pasaría si solo estuviéramos rodeados de santos.  ¿Qué sentido tendría el bien en nuestra sociedad sino hay un mal que lo redima? El bien solo se hace, mientras exista una mal. Una fuerza necesita su opuesto para tener sentido, para sustentarse en algo, de lo contrario no existiría y nosotros haríamos parte de esa nada.  

En síntesis odio los colegios clericales y quiero otro trabajo.