TEATRO INTERIOR: ACERCAMIENTO HACIA UNA POÉTICA DE INMERSIÓN Y ACTIVACIÓN DEL ESPECTADOR.


Con respecto al término Teatro Interior, presentado por primera vez en éste capítulo, podemos decir que, al mencionarlo, nos referimos a la comunión directa que puede existir entre el espectador y la obra dramática, a través de la vinculación inmediata con el personaje. Es decir, en éste tipo de teatro el espectador es el encargado de darle cuerpo y carne al personaje, a partir, de la reconstrucción dramatúrgica que pueda realizar, en relación con todo lo que la obra le presenta.  Por tanto, se podría decir que, en ésta poética, el público es una especie de co-creador que a través de su interacción, contribuye en el desarrollo de la trama. El espectador por tanto es un Espectador Vivo, pues está determinado a vivir la escena a partir de una experiencia corporal y sensorial que lo llevará a inmiscuirse en la historia desde su intimidad. 

En efecto, la obra que aquí se construyó fue creada para sólo cinco espectadores, quiénes debían presentarse en una casa ubicada en el Barrio Yungay (Santiago de Chile), para recorrerla por cada rincón mientras escuchaban (con audífonos) diferentes historias que los trasladaban de un lugar a otro, más allá de lo evidente vislumbrado en la infraestructura.  

Así mismo, el condicionante fue dado de la siguiente manera, si el espectador decidía entregarse al juego teatral y si éste último a su vez, sugería las suficientes motivaciones, las paredes entre la ficción de la historia y la realidad de la vivencia serían derrumbadas para constituir una experiencia personal e íntima con la dramaturgia, y de ésta misma manera, con el teatro. Dicho esto, a continuación se explicará la forma en que esta obra se construyó para responder a la mencionada categoría, y se presentarán los resultados donde se verá, si efectivamente se logró probar la tesis.


LA NO PRESENCIA DEL ACTOR. El MONÓLOGO INTERIOR COMO FORMA DE INTERACCIÓN DIRECTA CON EL PERSONAJE


Como ya se ha mencionado, la búsqueda de éste proyecto es la vinculación y la participación del espectador con la obra de una forma directa e íntima, es por esta razón que al ser construida, se tomaron ciertas decisiones artísticas basadas en la preparación de un espectáculo para vivir la experiencia, dialogando con su composición tipo rompecabezas, donde la obra posee un estado no terminado, pues al presentársele al espectador, estaría incompleta y sólo se terminaría una vez que éste decida colocar las piezas faltantes, por medio de la entrega al juego propuesto por el director. 


Hay que hacer notar que bajo estas circunstancias, no existe la necesidad de un actor como puente comunicativo, ya que el espectador debía entablar un diálogo directo con la obra a partir del monólogo interior de los personajes. De ésta manera, en nuestro trabajo,  se crearon cinco monólogos interiores de cinco personajes diferentes, dónde cada uno contaba lo que pensaba mientras le ocurrían diversas situaciones dramáticas. Los espectadores, por tanto, escuchaban dichos monólogos, uno por uno y de forma aleatoria, mientras recorrían un espacio en dónde estaban situadas las historias. La manera en que se les presentaron dichos monólogos fue a través de cinco mp3 con audífonos (uno para cada uno), y el contenido de esos audios, eran los pensamientos de los personajes, junto con algunos recuerdos que develaban la carga psicológica y la importancia de cada uno de ellos en la fábula. 


La omisión de los actores, fue para evitar la confrontación de los espectadores con la ficción presentada por el teatro, puesto que su presencia terminaría siendo, a nuestro criterio, un polo a tierra del proceso de abstracción y mimetización del público con la obra. Dentro de ésta propuesta se decidió no usar actores, para mantener un formato dónde la intimidad primara como forma de relacionarse. En pocas palabras, la exposición del espectador a la obra, sin la presencia del actor, sería menos densa, pues éste no tendría que sentirse presionado a hacer parte de un trabajo teatral, observado bajo la mirada inquisidora del actor, si no que encontraría en el recorrido, un sitio privado en dónde le contarían una historia que sólo él sabría y comprendería si hacía parte de ella. 


Con respecto a nuestra obra, Cruce de Caminos, podemos decir, que efectivamente la ausencia de los actores, facilitó la entrega del público a lo propuesto por la dramaturgia, debido a que se sentían plenamente responsables del debido funcionamiento del dispositivo, pues si bien,  ellos no eran actores preparados para afrontar el espectáculo, lo que si claramente, eran participantes activos del proceso creativo que se les presentó. Por tanto, podemos acotar que fue una buena elección lograr desprender al espectador de la figura protectora del actor. 


Con el monólogo interior que ellos escuchaban, ocurrió algo muy interesante. Si bien en el proceso estaban considerados como escuchas activos que tomarían partida de algunas acciones en el recorrido, algunos de ellos, en sus devoluciones, comentaron que se entregaron  a la vivencia a tal punto que se sentían como esquizofrénicos, puesto que oían voces en sus cabezas que les decían que hacer o  influenciaban su sentir, mientras se disponían a caminar por el espacio.


En este punto, pudimos vincular al público con la obra a través del monólogo interior, pues éste era como un secreto al oído que le contaba el personaje y que tenía un sentido tan comprometedor para el espectador, que lograba hacerse cargo de las acciones simples propuestas en la obra, y abalaba consigo hasta último minuto las reflexiones presente en cada relato. 


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